Pasatiempos de invierno: el tren no es -todavía- la diferencia

La helada, afuera, no anima mucho a andar al aire libre. Esta calma chicha anticiclónica que nos envuelve desde hace semanas obliga a ingeniarse algún entretenimiento bajo techado para pasar las largas noches de enero. Un entretenimiento a la vez simple y divertido -se me ocurre- como el de encontrar las diferencias entre dos imágenes muy similares. Un clásico.

Veamos. Unas fotos - de trenes- pueden ayudar. Las que siguen, del automotor procedente de Bilbao con destino León, están tomadas, con un lustro de diferencia más o menos, en el mismo lugar, Sotoscueva, un rincón de esa comarca tan hermosa, interesante, apartada -y quizás por ello tan desconocida- como las Merindades, en el piedemonte burgalés de la Cordillera Cantábrica.

Sotoscueva (Burgos). El automotor Bilbao-León marca su parada reglamentaria. El paso de un lustro invita a descubrir las diferencias entre ambas fotos. (Autor: JRS)

Se trata, pues, de encontrar las diferencias entre las dos, la de la derecha, por cierto, tomada recientemente. Vayamos a ello: la nieve, ahora ausente; el cielo, antes gris; lo descolorido del lateral del edificio; el número y decoración del automotor; la hora en el reloj (el tren circulaba con retraso)…

En efecto, todas ellas son diferencias constatables entre ambas. Pero hay también, al menos, una más. La fundamental. Y la marca una única letra: aquella ‘C’ del cartelón junto a la marquesina. 


La amputación del desvío de unión con la vía general degrada radicalmente la funcionalidad de la antigua estación
(Foto: JRS. Años 2014 y 2022)

Porque, en efecto, Sotoscueva ha sido degradada a la condición de mero apeadero. Por la fuerza de los hechos consumados: la eliminación de los desvíos extremos de las dos vías de apartado que servían de unión con la general han capado radicalmente la utilidad de la antigua estación, reduciendo al mismo tiempo la ya muy limitada operatividad de la línea, alargando la longitud del cantón hasta los 20 kms. existentes entre Pedrosa y Espinosa de los Monteros, las -todavía- estaciones colaterales.

La circulación de trenes de mercancías ha quedado reducida, desde hace tiempo, a un mero recuerdo.
(Foto: Tren arenero. Mayo 2014. Autor: JRS)

La contemplación in situ de esa amputación me trae a la memoria -ahora que está tan de moda hablar de ella- el recuerdo de la España vacía: o sea, de ésta misma. Y no puedo evitar pensar que la degradación -y eventual pérdida, en su caso- de infraestructuras competentes ha sido secularmente uno de los motores de su despoblación...y sigue siendo un potente factor disuasorio de su repoblación: dificilmente un emprendedor se asentará en un territorio cuyas infraestructuras, entre otros, no se hallen al nivel requerido por la eficiente agilidad requerida por los complejos flujos logísticos que sostienen hoy las operaciones de las empresas.

Habida cuenta de la hábil experiencia histórica española en hacer desaparecer irreversiblemente -es decir, sin concesiones a su recuperacion futura, pero con frecuencia bajo esa amable forma de 'vía verde', un habitual placebo de la opinion publica-, muchas de las oportunidades del ferrocarril, tiemblo cuando percibo, como es el caso, señales patentes de declive en el desempeño de una infraestructura ferroviaria.

Los despojos resultantes de las vías amputados contemplan el paso del  solitario tren camino a León
(Sotoscueva, enero 2022. Foto: JRS)

Me resulta inevitable interpretar este deterioro funcional como un paso más. Un paso más, digo, en la preparación del progresivo desmantelamiento de una línea férrea icónica -el ferrocarril de la Robla- cuyo futuro en una amplia parte de su recorrido, con un tráfico regular meramente testimonial -solo este tren y su inverso cada día- pende desde hace tiempo de un sutil hilo: conocer los costes de cada unidad de tráfico transportada pondría a cualquiera, desde luego, los pelos de punta. 

Pero aún así, la pregunta surge inevitable: en el marco de una estrategia a largo plazo de recuperación de vitalidad socioeconómica en esa extensa España vacía, como actualmente se propugna, ¿tiene sentido condenar a la desaparición a una línea que enhebra -en un bellísimo trazado, por cierto- trescientos kilómetros de territorio del norte español entre León y Bilbao?¿Tiene sentido -dicho de otro modo- seguir sosteniendo su alto coste a cambio de utilidades que tienden a cero?.- La  'vía estrecha' -desde Japón a Sudáfrica, pasando por Suiza y Nueva Zelanda, entre otros-, viene dando en la historia del ferrocarril muestras variadas de su solvencia a la hora de encarar retos de transporte; el ancho de vía, pues, no es necesariamente una limitación insuperable a su desempeño. Sí lo es, más a menudo, la falta de oportunidades con sentido social y económico a las que el ferrocarril pueda dar servicio. Y la creación de ese contexto, -la promoción de esas oportunidades, digo-, eso sí que no depende del ferrocarril; aunque, por descontado, condiciona radicalmente sus posibilidades de futuro.

La aguada seca; los desvíos cercenados; el tren ¿hasta cuándo?
(Sotoscueva, enero 2022. Foto JRS)

Ya lo dije arriba: las noches de invierno son largas. Invitan a la reflexión; a hacerse preguntas turbadoras, incluso ante menester tan sosegado como encontrar las diferencias entre dos fotos parecidas. Las inquietudes afloran, en fin; justificadas o no, el tiempo lo dirá. En todo caso, cada vez que veo marchar este trenecito estiloso y corretón haciendo sonar pródigamente su ronca bocina por los despoblados,- como si con ello quisiera invitar a compartir su viaje solitario-, tengo la sensación de contemplar un fósil viviente, un testigo de otros tiempos. Una imagen fugaz, efímera, que, aunque se mueve -no demasiado rápido, desde luego-, sigue saliendo en la foto. Por ahora.


 


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