Feísmo y ferrocarril: transbordo en Os Peares


 Os Peares, entrambasaguas gallega

Si alguien, por un casual, desconoce -o estuviera interesado en ahondar en- ese fenómeno que se ha dado en llamar el ‘feísmo’ gallego, debería sin duda venir por aquí, por Os Peares. Desde luego, en tren.

Os Peares -los pilares, en gallego- es, sin duda, un sitio peculiar. Poliédrico. Con unos pocos centenares de habitantes, y administrativamente repartido entre dos provincias -Orense y Lugo- y cuatro ayuntamientos, su historia, sus tradiciones -incluso su patrona, la Virgen del Pilar-, están en gran medida articuladas alrededor de los pilares de sus puentes -de ahí su nombre-, convertidos en potente símbolo identitario gracias a su servicio secular como facilitadores de la comunicación de los vecinos.


El airoso puente ferroviario de Os Peares, situado en la misma confluencia del Miño con el Sil, es, sin duda, la imagen más reconocible de la encrucijada por excelencia de las aguas interiores gallegas. Foto: JRS

Vértice occidental de la fascinante Ribeira Sacra, Os Peares es, sobre todo un lugar de encuentro, una encrucijada social y física, crucero por excelencia de las aguas interiores gallegas. Aquí, en unos pocos metros, el Miño recibe por la derecha al modesto Búbal y por la izquierda -nada menos- al Sil, despachando así la secular competencia de éste por el protagonismo como río principal gallego. Y es que, desde luego, si fuera al revés, es decir, el Miño afluente del Sil, nadie se extrañaría: más bien al contrario.

El trazado ferroviario, de robusta estructuración visual, reforzado además por la presencia del puente, contrasta con el entorno urbano disperso y desestructurado de Os Peares. Foto: Arrasan

En el paisaje de Os Peares -que sin mucha imaginación bien pudiera figurársenos como una especie de Mesopotamia a la gallega, otra de tantas Entrambasaguas de la toponimia española-, los puentes son, pues, actores destacados. Pero con protagonismo diverso: no he dicho aún -voy a hacerlo en un momento- que de los cinco puentes existentes en el lugar, -entre los que incluyo el aparatoso viaducto viario de la N 120, que apuntilla lo que de recoleto pudiera tener el encuadre desde algunas perspectivas- el más representativo, sin duda, es el del ferrocarril. 

El puente de ferrocarril sobre el Miño, de celosía, con una longitud de 107 m. y tres tramos, queda empequeñecido frente al colosal viaducto viario (N 120), que con sus 353 m. de longitud y 100 de altura, condiciona radicalmente la imagen del entorno 

El puente ferroviario de Os Peares, sobre las aguas del Miño, sirve funcionalmente a la línea Orense-Monforte de Lemos como puerta de entrada al tramo occidental del cañón del Sil, en uno de esos atractivos maridajes entre el ferrocarril y los ríos esparcidos por la geografía española; maridaje, digo, aunque efímero: el tren, que desde Orense acompañó al Miño hasta Os Peares, ocho kilómetros más adelante -en san Estevo- trocará la compañía del Sil por la del Cabe en su camino hacia el nudo monfortino. Tren y río, pareja de conveniencia, sin duda.

Desde un punto de vista ferroviario, la línea Orense-Monforte encamina algunos trenes singulares -por la longitud de su recorrido- en el ferrocarril español: en la imagen el Alvia Vigo-Barcelona, aún a casi doce horas de rendir viaje. Foto: JRS


A partir de Os Peares, los trenes encaran el tramo occidental del cañón del Sil a marcha moderada, por un trazado bello pero tortuoso ceñido al río. Foto: JRS

En todo caso -y volvamos a lo nuestro- el puente del ferrocarril es, sin duda, la imagen clave del paisaje de Os Peares: su atractiva estructura de celosía y su llamativo color azul, que contrasta con el verde dominante del entorno -estamos en Galicia, lo recuerdo-, lo encumbran como icono de este pintoresco enclave. 
Desde el mirador de Penedos do Castro, encima del parador-monasterio de santo Estevo, con paciencia, buena suerte y un aceptable teleobjetivo, allá abajo, junto al puente viario, es visible el paso de los trenes que abandonan ahí el Sil y se asocian al Cabe en su camino a Monforte, que, por cierto se atisba allá en la distancia.

Los trenes -incluso los de más andar y quizás como muestra de respeto- lo cruzan con trote pausado, para entrar como de puntillas en su bello recorrido junto al encajado Sil; pretenden también con ello, digo yo,  molestar lo menos posible a quienes más adelante, doscientos metros más arriba, asomados al cañón en el parador-monasterio de Santo Estevo, buscan hallar -lejos del mundanal ruido, como Fray Luis de León en su momento- esa retirada vida que nos alivie del mundo bullente y artificioso por donde pululan de suyo nuestros afanes.
Se denomina 'feísmo' a la manifestación del maltrato al paisaje -rural y urbano- que con frecuencia se observa en Galicia. La mezcla de usos, estilos constructivos y materiales; la falta de acabados; la ausencia de estructuración, etc. son, entre otros, síntomas de este 'modo de componer' el paisaje gallego. En la foto, una muestra de destartalado eclecticismo (Vilouxe, Orense). Foto: JRS

El ferrocarril en el feísmo gallego

Son los de Os Peares puentes que, en todo caso, conectan entre sí -o con otros- un modesto caserío, deslavazado, disperso, en el que conviven construcciones convencionales con otras fruto de un urbanismo caótico o inacabadas, junto a ruinas patentes. Un caserío, en suma, con mucho de los atributos de ese peculiar ‘ísmo’, conocido informalmente desde 2001 como ‘feísmo’ [1]y que más allá de consideraciones meramente estéticas, -las más patentes a la vista-, refleja una actitud relativamente extendida en Galicia de ‘maltrato al paisaje’ tanto rural como urbano, de complejas raíces socioeconómicas[2] y objeto de interés creciente, sobre todo, para especialistas en urbanismo y arquitectura.

El paso de locomotoras pintarrajeadas y sucias al frente de los trenes de mercancías parece querer sintonizar con algunos de los atributos del 'feísmo' detectable con frecuencia en el paisaje gallego. Foto: JRS

Consciente de esta situación, el Consorcio de Turismo Ribeira Sacra llevó a cabo a partir de 2015[3] unas interesantes actuaciones de ‘muralización del feísmo’ en espacios degradados. Su objetivo era [4] ‘contribuir con ello a la recuperación de lugares abandonados, dotándolos de belleza y dimensión artística, con creaciones que además hiciesen referencia a elementos identitarios de la zona’.

En un intento por contrarrestar los efectos del 'feísmo' sobre el paisaje urbano, el mural 'A anduriña asolagada...' , situado junto a la estación, sintetiza, con la ayuda del rotundo protagonismo de una imagen ferroviaria, muchos de los símbolos que conforman la identidad de Os Peares. Foto: JRS

De la treintena realizada, nueve de esos murales se hallan en Os Peares, y especialmente uno, me merece una atención especial. Muy cerca de la estación, el titulado ‘A anduriña asolagada emigra, primavera galega non tardes en chegar’ (=La golondrina ahogada, emigra; primavera gallega no tardes en llegar), obra de Miguel Peralta, muestra una interesante vinculación simbólica: se utiliza, junto a otros símbolos de potente raigambre local -puente, agua- la imagen de la golondrina, animal migrador por excelencia, y la de una inconfundible locomotora de vapor ‘mikado’ para subrayar el papel que la estación de Os Peares tuvo en la canalización ferroviaria de la intensa emigración de la comarca, bien hacia Vigo, rumbo a América, bien hacia Monforte, rumbo a otros destinos nacionales (Cataluña, País Vasco). 

Otros murales, con símbolos también muy relacionados con la historia o paisaje local -en este caso, el helecho, tan frecuente en los montes gallegos- aparecen en el entorno de la estación de Os Peares. Foto: JRS

En Os Peares, pues, y más allá del indudable valor icónico del puente de hierro situado en un entorno paisajístico singular, el tren se manifiesta, en un contexto de regeneración contra el feísmo, como ingrediente explícito de su consolidación identitaria. Os Peares, en fin, una nueva y original muestra de incardinación cultural del ferrocarril en la historia y las tradiciones de un territorio.

La estación de Os Peares, hoy, cumple una función muy diferente a la que hace décadas la convirtió en nodo de emigración comarcal: con escaso movimiento de viajeros ofrece acogida ocasional al cruce de trenes. En la imagen el Alvia Lugo-Madrid pasa sin parada junto al automotor Orense-Lugo. Foto: JRS



[1] Palomares López, A. Feísmo, lecciones de arquitectura y reciclaje. TFM. U.P.Valencia

[4] Pérez Pena, M. Praza, 30 mayo 2017. 36 murais unen o pasado e o futuro da Ribeira Sacra. https://praza.gal/cultura/36-murais-unen-o-pasado-e-o-futuro-da-ribeira-sacra